lunes, 4 de mayo de 2009

CECILIA BARTOLI, Concierto Castellón,


BARTOLI : Es la primera vez que vengo a Castellón: Público y acústica, magníficos
Por Ania Granjo



La gran mezzosoprano, la romana Cecilia Bartoli, pisó por primera vez la tarima del Auditorio y Palacio de Congresos de Castellón en un recital impresionante y emotivo que ofreció el pasado lunes día 20 de abril en un concierto fuera de abono con motivo de la conmemoración del 5º aniversario de la inauguración de este coliseo.

Con un público absolutamente entregado, interpretó, en cuerpo y alma, obras del repertorio belcantista italiano y romántico de primeras décadas del s. XIX al que últimamente se dedica: Bellini, Rossini, Donizetti, con una bella coloratura y buen gusto, para terminar con un << Havanaise y La grande coquete de la hermana de María Malibrán: Pauline Viardot.

Cantante de carisma inigualable, de expresiva fuerza dramática en el escenario y de un timbre de voz inconfundible, además de su personalísima simpatía, ofreció un recital lleno de colorido y matices musicales. Su extraordinario vibrato de especial belleza en los agudos conmovió, sin dudas, a los asistentes creando un clima de absoluta complicidad y entusiasmo entre artista y oyentes.

Acompañada con fraseo exquisito al piano por el genovés Sergio Ciomei, el punto musical español lo puso con sendas interpretaciones de las obras: Yo que soy contrabandista, de Manuel del Pópulo Vicente García del monólogo El poeta calculista jaleando el tema con repiqueteo de castañuelas, palmas y taconeo dándole el carisma típicamente hispano a la obra, seguida del Rataplán de María Malibrán que asombrosamente introduce el pianista con unos golpes de percusión en la caja del piano.

Finalmente, con un tengo que acabar el concierto ofreció como bises obras del italiano Ernesto de Curtis Cara ti voglio tanto bene y Non discordar di me para terminar con una versión gestual del Canto negro de Montsalvatge.

Agradeciendo la merecida ovación del auditorio, exclamó : Público y acústica, magníficos.

domingo, 3 de mayo de 2009

MAHLER, La canción de la Tierra, OSM

MAHLER: De lo sinfónico a lo camerístico. Su adiós liberador lleno de alegría, color y tensa calma interior.

PROGRAMA: La canción de la Tierra (Das Lied von der Erde) .Versión para orquesta de cámara de A. Schöenberg completada por R. Riehn).
SOLISTAS DE LA SINFÓNICA DEL MEDITERRÁNEO.
Juan Antonio Ramírez, director.
Palau de la Música, Valencia

Por Ania Granjo


__________________________________________________

Gustav Mahler, para mí, es sin duda, el compositor romántico más expresivo, conmovedor y denso que conozco. Densidad y profundidad comparables – salvando las distancias – con Bruckner o Shostakovich.

La gigantesca magnitud de sus composiciones generalmente es abarcable a través de una multitudinaria y potente orquesta sinfónica con la que recorre magistralmente las distintas tonalidades que caracterizan sus obras, dándoles una gama de colorido que las hace inconfundiblemente conmovedoras y bellas.

Dicho esto, no puedo por menos que alabar la ingente labor realizada por el músico y director de orquesta valenciano Juan Antonio Ramírez, que con tan sólo quince músicos y una soberbia dirección, impregnada de sensualidad y misterio, consiguió una ejecución de La canción de la Tierra absolutamente personal, íntima, profunda y colorida.

También hay que señalar que esta interpretación tuvo un toque ciertamente “malabarístico” debido al recorrido de los amplios registros que, en general, realizaron todos los músicos ejecutantes con sus instrumentos, de modo que la trompa, llegando al límite de su tesitura aguda, parecía una trompeta en la nota sostenida del último lieder o el maravilloso fagot que hizo a lo largo de toda la ejecución un alarde de despliegue de todos los sonidos que es posible sacar de su instrumento recorriendo, para ello, la amplia tesitura a la que no solemos estar acostumbrados. Excelente y magistral, a la par que acertadísima, la actuación del fagotista de la Banda Municipal de Valencia, Ovidio Jiménez.

Esta obra supone la despedida de un hombre que se sabe enfermo y tocado por la muerte. Es una bella composición de 6 lieder (canción alemana) compuesta originalmente para voces de contralto y tenor (barítono – la partitura original lo permite) que si bien la letra corresponde a unos poemas chinos milenarios pudiera decirse que palabra tras palabra fueron suscritas por el propio Mahler porque expresan exactamente los sentimientos que embargaban al genio en el umbral del óbito.

En mi opinión, es indiscutiblemente la composición más personal, profunda, amarga, llena de renuncias y aceptación del adiós de un gran hombre como señal de una vida cansada , llena de luchas y sufrimientos, de contradicciones internas y a la vez liberadora por el éxito de la superación por la trascendencia y de cierta redención tan sólo comparable al primer movimiento de la 9ª sinfonía de este mismo compositor que, rezuma asimismo estos sentimientos y desprende ese inconfundible olor a muerte .


Acertada adaptación y una original ejecución llena de matices.

Es preciso destacar la buenísima, a mi parecer, adaptación del maestro de la segunda la Escuela de Viena y precursor del dodecafonismo sinfónico y del atonalismo, Arnold Shöenberg, puesto que ha dotado de colorido y matices a una versión instrumental reducidísima como es la orquesta de cámara sin perder con ello los variados matices orquestales que le dio Mahler a esta su premoriente obra.

El primer lieder El canto de la borrachera en lamento por la Tierra (Das Trinklied vom Jammer der Erde), introduce el poema chino un narrador declamando una buena copa de vino en el momento justo vale más que todos los reinos de esta Tierra que más parece un canto onírico por la vida que abandona. Termina con una frase de negativismo subjetivo y aceptado sombría es la vida; oscura es la muerte.

Le siguen el 2º El solitario im Herbst (El solitario en otoño), dice el poema necesito tranquilidad… lloro el otoño de mi solitud. Oboe y clarinete lloran a dúo la soledad dando la entrada a la mezzo neo zelandesa Anna Pierard a la que se une, con notas sostenuttas de fondo, el fagot consiguiendo un pasaje musical especialmente melancólico e íntimo.

El 3er. Lieder De la Juventud (Von der Jugend) acompañan al tenor una flauta cantarina, simbolizando claramente las chispas de una juventud ya lejana. Notas de un tintineante triángulo avisa, por contraste, de los graves golpes de percusión que anuncian el final sin remedio.

El 4º De la Belleza (Von der Schönheit) supone una mirada retrospectiva y nostálgica a lo bello de la vida y del amor que se disipa sin contemplación. Un adiós definitivo a los años de juventud pasados y que ya nunca volverán. Dice el poema en la excitación de su mirada se remueve la excitación consciente de su corazón.

El 5º El borracho en primavera (Der Trunkene im Frühling) es un brindis al sueño, un deseo de no despertar. Narra el poema ¡qué me importa la primavera, dejadme estar borracho! Canta el tenor acompañado de la sección de cuerda. El concierto, en su registro más agudo, evoca el dulce sopor del sueño que termina con un conseguido glissando descendente como interrupción brusca al inerte estado de levitación.

El último lieder La despedida (Der Abschied) es un canto liberador a la abnegación y aceptación de la muerte. La felicidad por el éxito en su trascendencia en tono de claro sosiego y calma interior. Es el ADIÓS AL AMIGO QUE SE VA (La vida de uno mismo). Dice el texto El hombre vuelve al hogar para recordar la juventud olvidada… espero a mi amigo deseo gozar con él de la belleza de este atardecer y como muestra de la paz conseguida afirma: Mi corazón está tranquilo y espera su hora, eternamente, eternamente. ¡Desgarradoras palabras!

La entrada musical viene claramente marcada con toque fúnebre, acompañada de una nota grave y persistente del piano a modo de señal de duelo. Nota que sabe a redoble de difunto. Destaca el dúo quejumbroso del oboe y el clarinete. El sólo de oboe a dúo con el piano, parece un canto a la esperanza por la inmortalidad del alma que desaparece y que es anunciada por la entrada de la flauta, cantante y trío de cuerdas en sus notas más agudas.

Finalmente, solo me queda decir que coincido con Bruno Walter, colaborador y amigo del compositor, en afirmar que “es la obra más mahleriana de todas y acaso la más íntima y personal de toda la historia de la Música.”





jueves, 30 de abril de 2009

MOONWINDS INTERPRETAN A DVORAK, Palau de la Música, Valencia, 20/01/2009

Moonwinds y Joan Enric Lluna
interpretan a Dvorak y elevan su genialidad a la mágica brillantez de lo posible


Programa: Serenata para viento en re menor, op. 44 - A. Dvorak
Por Ania Granjo


El pasado día 20 de enero los miembros de la Sociedad Filarmónica de Valencia y público invitado pudimos asistir, en el Palau de la Música, de la ciudad valentina, a un concierto único y memorable ofrecido por el grupo de vientos Moonwinds con su artífice y director, el clarinetista Joan Enric Lluna, al frente.

El extraordinario equilibrio tímbrico, empaste sonoro y gran colorido de todos los instrumentos en sus respectivas cuerdas, se apreciaron nítidamente desde los primeros compases de la obra.

El primer movimiento, moderato quasi marcia, comenzaba con la exposición del tema principal, que era seguido, a modo de fraseo fugado, por los demás instrumentos. La magnífica dicción musical del primer oboe sólo tuvo parangón con el exquisito sonido que extraía de su clarinete el maestro Lluna, el cual dirigió toda la partitura, y en especial los dos primeros movimientos, al más puro estilo Karajan, es decir, con la mirada: sosegada, precisa y con claras entradas, logrando, de esta manera, contactar con músicos y oyentes.

Al menuetto del segundo movimiento supieron dotarlo de ese aire grácil que nos recordaba, por momentos, al más puro clasicismo vienés de los maestros Mozart y Haydn, pero sin perder con ello los inconmensurables aires populares del compositor checo.

El primer oboe recorrió magistralmente, apoyado por momentos por el segundo, el semicírculo sonoro del grupo con amplios fraseos, desde el timbre más agudo a los más graves, en una perfecta conversación alternada, haciéndose patente, sin lugar a dudas, la unívoca armonía que existía entre todos los instrumentos.

Son destacables, notablemente, los diálogos: oboe y clarinete con el chelo, que estuvo a la altura de su textura tímbrica con un corto vibrato, unos golpes de arco en el talón staccati y unos pizzicati que acariciaban las dulces y redondas notas de éstos ofreciendo gestos de clara complicidad. El contrabajo, por su parte, creó una delicada base enronquecida que tildaba, de cierta gravedad pretendida, los brillantes toques de las trompas.

El punto culminante y especialmente hermoso llegó con el tercer movimiento. Dotado de un aterciopelado lirismo, el andante con motto se nos ofreció como una bella composición en sí misma, de perfecto diálogo y donde el clarinete pudo desplegar todas sus posibilidades tímbricas y registros sonoros, haciendo el deleite de los presentes.

La extraordinaria, a la par que delicada, dulzura envolvente con la que el profesor Lluna ejecutó los pianissimi, subiendo y bajando los registros de su instrumento, así como los contrastes creados a través de los crescendi y diminuendi, yendo del grave al agudo y viceversa, fueron muestra de su excelente técnica instrumental y su inigualable sonido. Apoyado en una columna de aire precisa y medida —creando con ello un clima de universos sonoros y un ambiente especialmente sutil y cálido—, consiguió despertar en el oyente una variada paleta musical de emociones contenidas e impresiones vividas.

Terminó la obra con un expresivo y alegre finale allegro molto de ritmo divertido y entusiasta que culminó con la reexposición del tema principal iniciado en el primer movimiento, seguido, en abanico tímbrico fugado, por las demás cuerdas de instrumentos, cerrando, con ello, una partitura creada por un gran compositor que supo introducir al inicial octeto de vientos (la llamada Harmoniemusik de la Viena clásica imperial) unos timbres graves —chelo y contrabajo—, y, sin menoscabar las sonoridades típicas de los vientos metales, enriquecerlas y dar un toque de oscuridad al resto de los instrumentos, consiguiendo con ello hermosos y misteriosos contrastes en determinados pasajes musicales acoplados en un empaste único del conjunto instrumental con claras reminiscencias clásicas, sin perder ese profundo aire posromántico y bohemio que destila toda la composición.

Raras veces he escuchado tanta música y he sentido tantas emociones con tan pocos músicos. Eso, para mí, es arte.

STABAT MATER - Pergolesi - Palau Música Valencia, 08/04/2009

EL PESAROSO, ÍNTIMO Y PROFUNDO ADIÓS PREMATURO DE UN GENIO

Por Ania Granjo


PROGRAMA: Joaquín García : ¡Ah del rebaño!; Noble, majestuosa; ¡Ay, que prodigio!
Soprano: Alexia Vázquez
Giovanni B. Pergolesi: STABAT MATER
Grupo Barroco Concertante
Soprano: Ana James; Mezzosoprano: Anna Pierard
Director: Juan Antonio Ramírez
Palau de la Música, Sala Rodrigo, 8 de abril de 2009.

___________________________________________

Nuevamente este reconocido saxofonista y joven director nos ha vuelto a sorprender con una producción original, exquisita y sublime. Su marcada conducción del reducido quinteto orquestal, sus clarísimas entradas a músicos y cantantes hizo la delicia de los presentes en la sala camerística y ganado, con ello, una justa y merecida ovación del público en reconocimiento a su labor artística desplegada en el escenario.

La primera parte del programa dedicada al compositor de Anna fue interpretada con cierta soltura y mera corrección por la soprano Alexia Vázquez que alcanzó las máximas cotas de expresividad y calidez vocal en el ¡Ay, prodigio!

La nota brillantísima, sin duda alguna, fue la interpretación del Stabat Mater del compositor de Pérgola, del que adquirió su apodo, Giovanni de Draghi, conocido por "Pergolesi" fallecido a los 26 años. Inicialmente concebida para dos castrati, cuerdas y bajo continuo en 1736, en esta ocasión fue ejecutada por cuarteto de cuerdas más órgano, soprano y mezzosoprano. Ambas cantantes hicieron un amplio derroche de belcantismo en sus respectivos registros a lo largo de toda la obra.
La soprano Ana James con un bellísimo vibrato ancho, sugerente, vibrante, transparente, a la par que elegante. Preciosa coloratura vocal, y de amplia proyección vocal logrando momentos de gran lirismo expresivo en sus registros más agudos. Por su parte, la mezzo Anna Pierard, logró conmovernos gracias a su tono lamentoso y fúnebre con que dotó el Fac ut portern .
Las diferentes tesituras vocales de ambas se ponían claramente de manifiesto en sus dúos marcadamente diferenciadores navegando entre la alegría chisporroteante de la soprano y la lamentación de la mezzo, gracia a su tono quejumbroso e íntimo, elevando, ambas, sus registros hasta conseguir cálidos contrastes, a modo de canto a la esperanza por la resurrección en el Inflammatus et accencus para finalizar la obra entonando el Gloria que anuncia el indiscutible cambio de tono del piano al forte y del diminuendo al crescendo para acabar, en señal de despedida de los corpóreo y terrenal en un <<Amén>> final en el Quando corpus.

Merecidísimo aplauso general en un interpretación donde la grandiosidad melódica, fluidez de las voces, estructura magistral sostenida por un reducido número de instrumentos, además del aire religioso que se respira por doquier, convierten a esta composición barroca en un canto de cisne a la Mater Dolorosa elevándola a las cimas de la música religiosa de todos los tiempos, a la altura de la belleza incomparable de la Misa en si menor de Bach.

Como bis, el quinteto musical acompañó a la mezzo en su interpretación de Ombra Mai Fu del compositor barroco Haëndel en una ejecución dulce, melodiosa, íntima, personal y de un lirismo envolvente que llenó la sala de penumbra e introspección.