jueves, 30 de abril de 2009

MOONWINDS INTERPRETAN A DVORAK, Palau de la Música, Valencia, 20/01/2009

Moonwinds y Joan Enric Lluna
interpretan a Dvorak y elevan su genialidad a la mágica brillantez de lo posible


Programa: Serenata para viento en re menor, op. 44 - A. Dvorak
Por Ania Granjo


El pasado día 20 de enero los miembros de la Sociedad Filarmónica de Valencia y público invitado pudimos asistir, en el Palau de la Música, de la ciudad valentina, a un concierto único y memorable ofrecido por el grupo de vientos Moonwinds con su artífice y director, el clarinetista Joan Enric Lluna, al frente.

El extraordinario equilibrio tímbrico, empaste sonoro y gran colorido de todos los instrumentos en sus respectivas cuerdas, se apreciaron nítidamente desde los primeros compases de la obra.

El primer movimiento, moderato quasi marcia, comenzaba con la exposición del tema principal, que era seguido, a modo de fraseo fugado, por los demás instrumentos. La magnífica dicción musical del primer oboe sólo tuvo parangón con el exquisito sonido que extraía de su clarinete el maestro Lluna, el cual dirigió toda la partitura, y en especial los dos primeros movimientos, al más puro estilo Karajan, es decir, con la mirada: sosegada, precisa y con claras entradas, logrando, de esta manera, contactar con músicos y oyentes.

Al menuetto del segundo movimiento supieron dotarlo de ese aire grácil que nos recordaba, por momentos, al más puro clasicismo vienés de los maestros Mozart y Haydn, pero sin perder con ello los inconmensurables aires populares del compositor checo.

El primer oboe recorrió magistralmente, apoyado por momentos por el segundo, el semicírculo sonoro del grupo con amplios fraseos, desde el timbre más agudo a los más graves, en una perfecta conversación alternada, haciéndose patente, sin lugar a dudas, la unívoca armonía que existía entre todos los instrumentos.

Son destacables, notablemente, los diálogos: oboe y clarinete con el chelo, que estuvo a la altura de su textura tímbrica con un corto vibrato, unos golpes de arco en el talón staccati y unos pizzicati que acariciaban las dulces y redondas notas de éstos ofreciendo gestos de clara complicidad. El contrabajo, por su parte, creó una delicada base enronquecida que tildaba, de cierta gravedad pretendida, los brillantes toques de las trompas.

El punto culminante y especialmente hermoso llegó con el tercer movimiento. Dotado de un aterciopelado lirismo, el andante con motto se nos ofreció como una bella composición en sí misma, de perfecto diálogo y donde el clarinete pudo desplegar todas sus posibilidades tímbricas y registros sonoros, haciendo el deleite de los presentes.

La extraordinaria, a la par que delicada, dulzura envolvente con la que el profesor Lluna ejecutó los pianissimi, subiendo y bajando los registros de su instrumento, así como los contrastes creados a través de los crescendi y diminuendi, yendo del grave al agudo y viceversa, fueron muestra de su excelente técnica instrumental y su inigualable sonido. Apoyado en una columna de aire precisa y medida —creando con ello un clima de universos sonoros y un ambiente especialmente sutil y cálido—, consiguió despertar en el oyente una variada paleta musical de emociones contenidas e impresiones vividas.

Terminó la obra con un expresivo y alegre finale allegro molto de ritmo divertido y entusiasta que culminó con la reexposición del tema principal iniciado en el primer movimiento, seguido, en abanico tímbrico fugado, por las demás cuerdas de instrumentos, cerrando, con ello, una partitura creada por un gran compositor que supo introducir al inicial octeto de vientos (la llamada Harmoniemusik de la Viena clásica imperial) unos timbres graves —chelo y contrabajo—, y, sin menoscabar las sonoridades típicas de los vientos metales, enriquecerlas y dar un toque de oscuridad al resto de los instrumentos, consiguiendo con ello hermosos y misteriosos contrastes en determinados pasajes musicales acoplados en un empaste único del conjunto instrumental con claras reminiscencias clásicas, sin perder ese profundo aire posromántico y bohemio que destila toda la composición.

Raras veces he escuchado tanta música y he sentido tantas emociones con tan pocos músicos. Eso, para mí, es arte.

STABAT MATER - Pergolesi - Palau Música Valencia, 08/04/2009

EL PESAROSO, ÍNTIMO Y PROFUNDO ADIÓS PREMATURO DE UN GENIO

Por Ania Granjo


PROGRAMA: Joaquín García : ¡Ah del rebaño!; Noble, majestuosa; ¡Ay, que prodigio!
Soprano: Alexia Vázquez
Giovanni B. Pergolesi: STABAT MATER
Grupo Barroco Concertante
Soprano: Ana James; Mezzosoprano: Anna Pierard
Director: Juan Antonio Ramírez
Palau de la Música, Sala Rodrigo, 8 de abril de 2009.

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Nuevamente este reconocido saxofonista y joven director nos ha vuelto a sorprender con una producción original, exquisita y sublime. Su marcada conducción del reducido quinteto orquestal, sus clarísimas entradas a músicos y cantantes hizo la delicia de los presentes en la sala camerística y ganado, con ello, una justa y merecida ovación del público en reconocimiento a su labor artística desplegada en el escenario.

La primera parte del programa dedicada al compositor de Anna fue interpretada con cierta soltura y mera corrección por la soprano Alexia Vázquez que alcanzó las máximas cotas de expresividad y calidez vocal en el ¡Ay, prodigio!

La nota brillantísima, sin duda alguna, fue la interpretación del Stabat Mater del compositor de Pérgola, del que adquirió su apodo, Giovanni de Draghi, conocido por "Pergolesi" fallecido a los 26 años. Inicialmente concebida para dos castrati, cuerdas y bajo continuo en 1736, en esta ocasión fue ejecutada por cuarteto de cuerdas más órgano, soprano y mezzosoprano. Ambas cantantes hicieron un amplio derroche de belcantismo en sus respectivos registros a lo largo de toda la obra.
La soprano Ana James con un bellísimo vibrato ancho, sugerente, vibrante, transparente, a la par que elegante. Preciosa coloratura vocal, y de amplia proyección vocal logrando momentos de gran lirismo expresivo en sus registros más agudos. Por su parte, la mezzo Anna Pierard, logró conmovernos gracias a su tono lamentoso y fúnebre con que dotó el Fac ut portern .
Las diferentes tesituras vocales de ambas se ponían claramente de manifiesto en sus dúos marcadamente diferenciadores navegando entre la alegría chisporroteante de la soprano y la lamentación de la mezzo, gracia a su tono quejumbroso e íntimo, elevando, ambas, sus registros hasta conseguir cálidos contrastes, a modo de canto a la esperanza por la resurrección en el Inflammatus et accencus para finalizar la obra entonando el Gloria que anuncia el indiscutible cambio de tono del piano al forte y del diminuendo al crescendo para acabar, en señal de despedida de los corpóreo y terrenal en un <<Amén>> final en el Quando corpus.

Merecidísimo aplauso general en un interpretación donde la grandiosidad melódica, fluidez de las voces, estructura magistral sostenida por un reducido número de instrumentos, además del aire religioso que se respira por doquier, convierten a esta composición barroca en un canto de cisne a la Mater Dolorosa elevándola a las cimas de la música religiosa de todos los tiempos, a la altura de la belleza incomparable de la Misa en si menor de Bach.

Como bis, el quinteto musical acompañó a la mezzo en su interpretación de Ombra Mai Fu del compositor barroco Haëndel en una ejecución dulce, melodiosa, íntima, personal y de un lirismo envolvente que llenó la sala de penumbra e introspección.