domingo, 3 de mayo de 2009

MAHLER, La canción de la Tierra, OSM

MAHLER: De lo sinfónico a lo camerístico. Su adiós liberador lleno de alegría, color y tensa calma interior.

PROGRAMA: La canción de la Tierra (Das Lied von der Erde) .Versión para orquesta de cámara de A. Schöenberg completada por R. Riehn).
SOLISTAS DE LA SINFÓNICA DEL MEDITERRÁNEO.
Juan Antonio Ramírez, director.
Palau de la Música, Valencia

Por Ania Granjo


__________________________________________________

Gustav Mahler, para mí, es sin duda, el compositor romántico más expresivo, conmovedor y denso que conozco. Densidad y profundidad comparables – salvando las distancias – con Bruckner o Shostakovich.

La gigantesca magnitud de sus composiciones generalmente es abarcable a través de una multitudinaria y potente orquesta sinfónica con la que recorre magistralmente las distintas tonalidades que caracterizan sus obras, dándoles una gama de colorido que las hace inconfundiblemente conmovedoras y bellas.

Dicho esto, no puedo por menos que alabar la ingente labor realizada por el músico y director de orquesta valenciano Juan Antonio Ramírez, que con tan sólo quince músicos y una soberbia dirección, impregnada de sensualidad y misterio, consiguió una ejecución de La canción de la Tierra absolutamente personal, íntima, profunda y colorida.

También hay que señalar que esta interpretación tuvo un toque ciertamente “malabarístico” debido al recorrido de los amplios registros que, en general, realizaron todos los músicos ejecutantes con sus instrumentos, de modo que la trompa, llegando al límite de su tesitura aguda, parecía una trompeta en la nota sostenida del último lieder o el maravilloso fagot que hizo a lo largo de toda la ejecución un alarde de despliegue de todos los sonidos que es posible sacar de su instrumento recorriendo, para ello, la amplia tesitura a la que no solemos estar acostumbrados. Excelente y magistral, a la par que acertadísima, la actuación del fagotista de la Banda Municipal de Valencia, Ovidio Jiménez.

Esta obra supone la despedida de un hombre que se sabe enfermo y tocado por la muerte. Es una bella composición de 6 lieder (canción alemana) compuesta originalmente para voces de contralto y tenor (barítono – la partitura original lo permite) que si bien la letra corresponde a unos poemas chinos milenarios pudiera decirse que palabra tras palabra fueron suscritas por el propio Mahler porque expresan exactamente los sentimientos que embargaban al genio en el umbral del óbito.

En mi opinión, es indiscutiblemente la composición más personal, profunda, amarga, llena de renuncias y aceptación del adiós de un gran hombre como señal de una vida cansada , llena de luchas y sufrimientos, de contradicciones internas y a la vez liberadora por el éxito de la superación por la trascendencia y de cierta redención tan sólo comparable al primer movimiento de la 9ª sinfonía de este mismo compositor que, rezuma asimismo estos sentimientos y desprende ese inconfundible olor a muerte .


Acertada adaptación y una original ejecución llena de matices.

Es preciso destacar la buenísima, a mi parecer, adaptación del maestro de la segunda la Escuela de Viena y precursor del dodecafonismo sinfónico y del atonalismo, Arnold Shöenberg, puesto que ha dotado de colorido y matices a una versión instrumental reducidísima como es la orquesta de cámara sin perder con ello los variados matices orquestales que le dio Mahler a esta su premoriente obra.

El primer lieder El canto de la borrachera en lamento por la Tierra (Das Trinklied vom Jammer der Erde), introduce el poema chino un narrador declamando una buena copa de vino en el momento justo vale más que todos los reinos de esta Tierra que más parece un canto onírico por la vida que abandona. Termina con una frase de negativismo subjetivo y aceptado sombría es la vida; oscura es la muerte.

Le siguen el 2º El solitario im Herbst (El solitario en otoño), dice el poema necesito tranquilidad… lloro el otoño de mi solitud. Oboe y clarinete lloran a dúo la soledad dando la entrada a la mezzo neo zelandesa Anna Pierard a la que se une, con notas sostenuttas de fondo, el fagot consiguiendo un pasaje musical especialmente melancólico e íntimo.

El 3er. Lieder De la Juventud (Von der Jugend) acompañan al tenor una flauta cantarina, simbolizando claramente las chispas de una juventud ya lejana. Notas de un tintineante triángulo avisa, por contraste, de los graves golpes de percusión que anuncian el final sin remedio.

El 4º De la Belleza (Von der Schönheit) supone una mirada retrospectiva y nostálgica a lo bello de la vida y del amor que se disipa sin contemplación. Un adiós definitivo a los años de juventud pasados y que ya nunca volverán. Dice el poema en la excitación de su mirada se remueve la excitación consciente de su corazón.

El 5º El borracho en primavera (Der Trunkene im Frühling) es un brindis al sueño, un deseo de no despertar. Narra el poema ¡qué me importa la primavera, dejadme estar borracho! Canta el tenor acompañado de la sección de cuerda. El concierto, en su registro más agudo, evoca el dulce sopor del sueño que termina con un conseguido glissando descendente como interrupción brusca al inerte estado de levitación.

El último lieder La despedida (Der Abschied) es un canto liberador a la abnegación y aceptación de la muerte. La felicidad por el éxito en su trascendencia en tono de claro sosiego y calma interior. Es el ADIÓS AL AMIGO QUE SE VA (La vida de uno mismo). Dice el texto El hombre vuelve al hogar para recordar la juventud olvidada… espero a mi amigo deseo gozar con él de la belleza de este atardecer y como muestra de la paz conseguida afirma: Mi corazón está tranquilo y espera su hora, eternamente, eternamente. ¡Desgarradoras palabras!

La entrada musical viene claramente marcada con toque fúnebre, acompañada de una nota grave y persistente del piano a modo de señal de duelo. Nota que sabe a redoble de difunto. Destaca el dúo quejumbroso del oboe y el clarinete. El sólo de oboe a dúo con el piano, parece un canto a la esperanza por la inmortalidad del alma que desaparece y que es anunciada por la entrada de la flauta, cantante y trío de cuerdas en sus notas más agudas.

Finalmente, solo me queda decir que coincido con Bruno Walter, colaborador y amigo del compositor, en afirmar que “es la obra más mahleriana de todas y acaso la más íntima y personal de toda la historia de la Música.”





No hay comentarios:

Publicar un comentario